El etiquetado frontal de advertencia es un paso para combatir enfermedades asociadas a la alimentación, pero no incluye indicadores de sostenibilidad.
El 27 de marzo de 2020 se publicaron las modificaciones a la Norma Oficial Mexicana 051, la cual entró en vigor el 1 de octubre de 2020. Ésta nueva regulación del etiquetado pretende combatir, con advertencias frontales en envases, la epidemia de obesidad en México. Son etiquetas en forma de octágonos negros que alertan sobre “exceso de calorías” u otras sustancias como azúcares, sodio y grasas, y la presencia de edulcorantes.
El objetivo del etiquetado es brindar al consumidor final información comercial y sanitaria sobre el contenido de nutrientes críticos e ingredientes que representan un riesgo para la salud en los productos preenvasados. Esto, por medio de un etiquetado claro, veraz y fácil de entender.
El nuevo etiquetado, con frases como “Exceso de grasas” o “Exceso de calorías” y una presentación muy clara, ha ayudado a mejorar la comprensión del 50% de la población sobre los alimentos, mientras un 19% consideró que no le ha hecho entender mejor la información nutricional. El porcentaje restante no sabe o no contestó.
También el 50% aseguró que esta manera de presentar las características de los productos le ayuda más a tomar una decisión de compra. Sin embargo, el nuevo etiquetado ha fallado en incluir datos fundamentales que también ayudan en la elección de los alimentos que consumimos: sus impactos ambientales.
México es el mayor consumidor de productos ultraprocesados en América Latina y el cuarto a nivel mundial; su consumo contribuye en gran medida a la epidemia nacional de obesidad y enfermedades crónicas. Actualmente, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares son las principales causas de muerte en nuestro país y sus costos están colapsando al sistema de salud.
La obesidad es un problema de salud que le cuesta a México el 5.3% del producto interno bruto (PIB) al afectar a 3 de cada 4 mexicanos, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
El consumo de alimentos ultraprocesados en México ha aumentado de manera importante hasta sumar 581 gramos al día por persona, lo que representa casi el 30% del consumo calórico de la población, según el más reciente informe de la FAO, el Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2019.
Acorde a la clasificación de los alimentos, los hogares mexicanos distribuyen un 47% de su gasto en alimentos proteicos de origen animal; un 35% a los compuestos por carbohidratos, grasas y altos en calorías, un 15% a aquellos ricos en vitaminas y minerales; y sólo un 2.6% a productos de origen vegetal.
Si comparamos estas elecciones alimentarias con los datos y marcadores que indican la sostenibilidad de los grupos alimentarios, y con la “dieta planetaria”, propuesta por EAT-Lancet, la dieta de la familia mexicana promedio es insostenible.
Para que un alimento sea considerado sostenible, debería de cumplir al menos éstos aspectos básicos:
1. Ecológicamente responsable: los productores de alimentos sostenibles no utilizan productos tóxicos como pesticidas o fertilizantes, que son dañinos para nuestra salud y la salud del planeta, y son conscientes de los gastos hídricos y energéticos de la producción de sus alimentos. Al usar métodos sostenibles, se promueve y se protege la biodiversidad, los sistemas de cultivo tradicionales y justos, la disminución de la huella hídrica, el ahorro de energía, la seguridad alimentaria, y el futuro de nuestros ecosistemas.
2. De comercio justo, asequible y accesible: los alimentos sostenibles contribuyen con el crecimiento de economías locales, lo que a su vez ayuda a promover sueldos justos y condiciones de trabajo adecuadas y seguras. Además, hace a los alimentos de buena calidad, pero más baratos y accesibles para todos.
3. Minimizan los desperdicios: engloba las pérdidas de alimentos durante su producción y residuos generados. Un producto sostenible, en general necesita menos recursos para su producción, conservación y transporte, por lo que un alimento que viene sobre-empacado en envoltorios de un solo uso (como generalmente lo son los alimentos ultraprocesados), que requiere muchos recursos y energía para ser producido y que al final, aumenta la pila de residuos, no podría considerarse un producto sostenible.
4. Local: la proximidad también juega un papel muy importante, ya que reduce costos e impactos de conservación, transporte y distribución de los alimentos. También significa que podemos consumir productos más frescos y de temporada, con mayor valor nutritivo.
5. Saludable: los alimentos sostenibles también deben garantizar un aporte nutrimental adecuado para todos, y ser un motor en la lucha contra el hambre, la desnutrición, la obesidad, y las enfermedades asociadas a la alimentación.
En pocas palabras: un etiquetado que no sólo considere los impactos y riesgos en la salud de los alimentos procesados, sino que también incluya advertencias sobre sus impactos en el medio ambiente, como la huella hídrica y la huella de carbono o emisión de gases de efecto invernadero.
La forma en que se cultivan, procesan y transportan los alimentos tiene un impacto significativo en el medio ambiente. Al estar informados sobre esto, los consumidores pueden responsabilizar a las industrias de reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos y pedir una producción más sostenible.
Nos encontramos en un momento crítico para el cuidado y conservación del ambiente y la biodiversidad, y nuestra alimentación juega un papel sumamente importante. De hecho, la alimentación contribuye directamente a lograr, al menos, 12 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Los alimentos procesados generalmente requieren mucho procesamiento antes de que estén listos para su consumo y tienden a gastar grandes cantidades de energía. Estos liberan también la mayor cantidad de contaminación al aire.
La carne y otros productos de origen animal, por su parte, tienen una huella de carbono enorme. Si sólo la población equivalente a la de Estados Unidos eliminara una porción de un cuarto de libra de carne de res, por semana (aproximadamente 115 gramos), veríamos una disminución importante en las emisiones, equivalente a sacar de la carretera de 4 a 6 millones de automóviles.
El consumo de peces y otras especies marinas también dañan el medio ambiente, ya que los barcos de pesca emiten 130 millones de toneladas de CO2 cada año y la sobrepesca, impulsada por las demandas de los consumidores, está acabando con los ecosistemas oceánicos.
Dinamarca es uno de los primeros países que está trabajando para incluir etiquetas de impactos ambientales en los alimentos. De seguir sus pasos, México podría sentar un precedente en Latinoamérica para que otros países hagan lo mismo y estimular un consumo de alimentos más consciente.