Existe una diferencia entre lo que comen las mujeres y los hombres.
Hay una creencia generalizada, que puede o no ser real: las mujeres comen vegetales y los hombres comen carne ¿por qué se dan esas diferencias? ¿es una realidad o es solo un estereotipo de género?
La respuesta no es tan simple, ya que hay tanto componentes sociales de los estereotipos de género, como diferencias incluso fisiológicas que hacen a las mujeres tomar otro tipo de decisiones cuando se trata de alimentación.
Para las personas en general, sin ninguna diferencia de género, hay distintas razones para llevar una con un mayor contenido de productos vegetales que animales, las que se posicionan como las dietas más sostenibles de acuerdo a diversos estudios. Esas razones tocan por supuesto la conciencia ambiental, pero también aspectos como la ética o hasta aspectos un poco más individualistas como la salud e incluso motivos estéticos.
Ahora bien, las encuestas han mostrado que la mayoría de las personas que llevan dietas basadas en plantas suelen ser mujeres, ¿por qué es eso?. Podemos teorizar sobre aspectos antropológicos en los que las mujeres se dedicaban a la recolección y posteriormente a la agricultura, mientras eran los hombres quienes emprendían jornadas para la cacería, de la cual dependían los clanes durante las grandes heladas y por tanto les otorgaban más poder por ser quienes aseguraban la supervivencia; no obstante, ya hay algunos estudios que muestran ciertas diferencias entre las percepciones generales que tenemos mujeres y hombres en nuestras actitudes hacia la alimentación..
Un estudio publicado en la revista Fronteras de la Psicología, reveló que los hombres tienen a valorar más la carne como saludable y deliciosa de lo que lo hacen las mujeres, además , los patrones de consumo se ven fuertemente diferenciados y el estudio, aunque no totalmente concluyente, muestra que existe una fuerte relación entre el concepto de masculinidad y la percepción social de la misma, con un alto consumo de carne. Algo similar concluye otro estudio, en el que incluso se expone que los hombres prefieren comer alimentos más insalubres pero que contengan carne y que, cuando su masculinidad se ve amenazada, los hombres tienden a consumir más carne, e inclusive, que al sugerirles una reducción en el consumo de carne, se genera el efecto opuesto en ellos, es decir, que aumenta su consumo de carne. Un tercer estudio, sin embargo, explica que la relación entre los factores psicológicos y sociales no es tan clara y expone que es posible que la diferencia en la preferencia en el consumo, sea una cuestión de diferencias en el perfil nutricional requerido para cada sexo.
Por otro lado, está el tema altruista y de preocupación por el medio ambiente. Los hombres temen a mostrar interés por las causas ecológicas. El ser “menos malos” se asocia con debilidad y por tanto con ser menos masculinos. En términos de valores, si bien puede no haber una diferencia significativa en lo que se refiere a las creencias, las hay en la acción, pues las mujeres priorizan el altruismo y el cuidado del medio ambiente por encima de acciones que no tengan un trasfondo ético. De la misma forma, las mujeres tejen redes de apoyo social más rápido que los hombres ante eventos climáticos.
Adicional a lo presentado, está el factor estético, donde las mujeres tienden más a restringirse en su alimentación para obtener una figura determinada, además que en general, cuidan más su salud con dietas y ejercicio de lo que lo hacen los hombres.
Así que las mujeres piensan en muchas más cosas que solo el sabor de la comida; el placer al momento de saborear la comida si bien es un factor a considerar para las mujeres, éstas suelen poner otras variables más en juego, y por ello, es más probable que las mujeres hagan cambios en su alimentación cuando se trata de reducir sus impactos negativos en el medio ambiente. Por lo anterior, para las empresas es importante que en sus políticas y diversidad e inclusión se consideren estas diferencias, tanto para reducir ese trecho en las decisiones dietarias más conscientes, como para evitar que a las personas con dietas sostenibles y otras dietas alternativas, en su mayoría mujeres, se les segregue o discrimine en una prestación que debería ser funcional para todos los empleados de una organización.
¿Su organización tiene políticas de género y de inclusión pero no había pensado que su comedor podría ser un lugar de discriminación hacia las mujeres? Comuníquese con nosotros y le ayudaremos a mejorar esa situación.