Más de una tercera parte de la comida producida terminará en la basura.
Ya hemos hablado de los gases de efecto invernadero que generan los animales por sus propios procesos metabólicos. Los flatos, eructos y excretas animales tienen un gran impacto para el cambio climático, por lo que consumir más productos vegetales es importante para aminorar el impacto de la alimentación. Sin embargo, no es suficiente con sacar los productos animales de nuestro plato, sino también ser conscientes de las cantidades que comemos y que tiramos, pues la descomposición de materia orgánica también genera gases de efecto invernadero, además de otros efectos ambientales. ¿Sabías que, si el desperdicio de alimentos fuera un país, sería el tercer más grande emisor de gases de efecto invernadero del mundo junto con Estados Unidos y China?
No son solo las sobras de comida o los alimentos que se echan a perder, aquí te mostramos 10 cosas que no comes, que afectan al medio ambiente:
Los actuales modelos de producción, que priorizan los monocultivos sobre otras técnicas, generan una gran cantidad de pérdidas al momento de cosechar, ya que las partes de las plantas que no son comestibles o utilizables (por ejemplo, el tallo y cáscara de los cereales, las hojas y ramas de árboles frutales, etc.) terminan siendo desechados y en raras ocasiones utilizados para composta. Técnicas de cultivo como la milpa, chinampa, cultivo biointensivo o permacultura regenerativa, utilizan una combinación de cosechas que donan un tipo de nutrientes y toman otro tipo, de tal manera que los mismos residuos se convierten en balance para la tierra, sirviendo de fertilizante la misma materia orgánica en descomposición; sin embargo,en los monocultivos no existe ese balance y lo que sobra, se va a la basura.
Si, una gran cantidad de animales no llegan a los mataderos y mucho menos a tu plato, muchos de ellos mueren debido a enfermedades y el hacinamiento en las granjas, o son subproductos de la industria, como el caso de los terneros en la industria láctea o los pollitos macho en la del huevo. También muchos mueren durante el transporte y en los mataderos a veces se separan tejidos y órganos que no se encuentran en buen estado. No obstante, esos mismos cadáveres o tejidos, son utilizados para alimentos de baja calidad como salchichas, nuggets, hamburguesas o piensos para animales domésticos. Ni qué decir de la pesca accidental, una buena porción de los animales marinos que quedan atrapados en las redes, son devueltos muertos al mar, aunque otros terminarán siendo utilizados para piensos animales o los “palitos de pescado” que se conocen como “cangrejo artificial”. Por otro lado, si bien la sangre y las excretas se aprovechan como fertilizantes, debido a las grandes cantidades de nitrógeno que contienen, no pueden ser utilizadas por completo, por lo que terminarán en drenajes, generando gases de efecto invernadero.
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Esta es quizá una de las principales pérdidas de alimentos: ese jitomate deforme, ese aguacate con cicatrices, esa zanahoria que parece mutante, los melones que no son redonditos… todos esos alimentos son seleccionados durante la cadena de suministro, distribuidores y minoristas antes de llegar al mercado. Se estima que 14% de los alimentos en buen estado pero que no son estéticos, son desechados previo a su compra, y los que llegan al mercado, serán rezagados y al final terminarán en contenedores de basura. El movimiento “ugly food” (comida fea) gana cada vez más adeptos precisamente por los impactos que estas decisiones causan al medio ambiente.
Alimentos que están a punto de perder su textura ideal o su sabor ideal, pero que no se encuentran en estados avanzados de putrefacción y que pueden ser aprovechados aún, se desechan todos los días en mercados y hogares. Si bien consumir alimentos con moho negro o brotes es un peligro para la salud, también pueden seleccionarse partes de esos alimentos para ser utilizados en sopas, potajes o preparaciones cocidas para eliminar las bacterias propias de la fermentación, pero que no llegan a una descomposición. No obstante, en el caso de los productos animales, las bacterias que los descomponen generan toxinas más peligrosas, por lo que es preferible consumirlos dentro de los primeros dos días de comprados, ya que no dejan de ser cadáveres que inician su proceso de descomposición en cuanto son procesados en los mataderos.
Generalmente desechamos partes de los alimentos al momento de prepararlos por creer que no son comestibles, desperdiciando sus nutrientes, cuando con los restos de estas preparaciones se pueden preparar distintos alimentos para aprovecharlos, desde cáscaras fritas u horneadas como snacks, hasta cremas o caldos con las “colas” de los alimentos; puedes incluso hacer tacos con la flor de jamaica que usaste para preparar agua. Existe un movimiento llamado “stop food waste” (detén el desperdicio de comida) que busca alternativas tanto gastronómicas como tecnológicas para reducir estos desperdicios.
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Esto tiene que ver con el desconocimiento de las porciones que debemos comer, ya que tendemos a servirnos de más o pedir comida de más cuando tenemos mucha hambre, pero lo cierto es que no necesitamos comer mucho. El exceso en volumen y en calorías de la comida tienen un impacto también en la huella ambiental de nuestra alimentación, pero se suma cuando además de consumir de más, lo desperdiciamos. Si bien la cantidad puede diferir de persona a persona por su complexión y actividad física y que sobre-comer puede afectar nuestro metabolismo y generarnos obesidad, sí es importante que planeemos bien nuestra comida para asegurarnos que solo estamos comiendo lo necesario, que por lo general en volumen no es más que dos puños juntos. Una estrategia para comer menos, es usar platos más pequeños o utilizar tazas medidoras.
Este es probablemente el dolor de cabeza de muchas personas: evitar que los alimentos se queden en el refrigerador, que además, genera gases de efecto invernadero por el simple hecho de funcionar, desde la energía eléctrica que utiliza, hasta pequeñas fugas de los gases de enfriamiento. Pero más allá de eso, el ambiente de oscuridad, temperatura y humedad en el refrigerador es ideal para el crecimiento de muchos microorganismos, principalmente hongos y mohos. De la misma forma que medimos la cantidad para comer, es importante comprar sólo lo necesario para preparar y ser creativos al momento de utilizar las sobras: las sopas cremosas de restos, las croquetas o los salteados, siempre son una opción para utilizar esos alimentos que por sí solos parecieran no poder ser un platillo, pero que en conjunto seguro lo son.
Este tema no es nada agradable de tratar, pero es importante darlo a conocer. Las excretas humanas se ven afectadas también por lo que comemos, y esas excretas contaminan las aguas, principalmente con antibióticos, fertilizantes, herbicidas y por supuesto, grandes cantidades de nitrógeno para las personas que consumen productos de origen animal en demasía. Las plantas de tratamiento de agua difícilmente eliminan dichas sustancias, que terminarán afectando los mantos acuíferos donde estas aguas sean descargadas.
Esta es una medida de seguridad, pero también es un aspecto comercial. La fecha de caducidad indica dos cosas: los riesgos de descomposición o el cambio de sabor. Muchos productos con fecha de caducidad no representan un riesgo grave a la salud (como la sal, el bicarbonato, algunos cereales de caja, los enlatados que no estén inflados y que sean recientes) sino más bien un riesgo de percepción para el consumidor, no obstante, es difícil determinarlo para alimentos perecederos, por lo que no recomendamos que se consuman los alimentos caducados, sino utilizar el sistema de “primeras entradas, primeras salidas” siempre en nuestras alacenas y refrigeradores para consumir primero lo que caduca antes.
Estas tampoco se comen, pero son la principal fuente de plásticos en los rellenos sanitarios, principalmente cuando se trata de productos procesados y productos de origen animal, que en su mayoría están sobre empacados para su preservación. Es normal también ya ver frutas y verduras con empaque, pero siempre será mejor para el medio ambiente su empaque natural, sobre todo si se aprovecha para alguna preparación. Mientras que las frutas y verduras pueden ser adquiridos sin envolturas plásticas, adquirir productos animales a gran escala sin esas envolturas se vuelve un riesgo para la salud, sobre todo a preparaciones de gran escala como son los comedores industriales, difícilmente se podrán deshacer de las envolturas de los productos animales.
¿Habías pensado en todo lo que implicaba el desperdicio de animales? Acciona y déjanos en los comentarios, ¿qué empezarás a hacer para reducir tu huella ambiental con respecto a la comida?