Para lograr una ganadería sostenible, la demanda de productos animales debe reducirse sustancialmente.
En las últimas décadas, se ha incrementado la investigación y aplicación de procesos más sostenibles para la agricultura y la ganadería, por reconocer que son actividades económicas imprescindibles aunque con muchos impactos negativos para el planeta, principalmente en lo que a uso de suelo se refiere.
De las actividades agropecuarias, la crianza de animales para consumo, es responsable de la mayor parte de los impactos, principalmente asociados al cambio climático y uso de suelo, primero por la naturaleza de su digestión, en el que las flatulencias y excretas son responsables de una buena parte de la huella de carbono de esta industria, y por otro lado, la pérdida de carbono debida a la deforestación para poder generar pastizales inducidos, cultivar los granos y hortalizas que alimentan animales o simplemente por la degradación del suelo causado tanto por la acción de los animales como del cultivo de sus piensos.
Ante ello, los ganaderos y los gobiernos han planteado la necesidad de cambiar hacia sistemas productivos más eficientes y de menos impacto para los ecosistemas. Algunas de esas alternativas son la rotación de potreros, el pastoreo en áreas forestales, el aprovechamiento de residuos de la agricultura y el aprovechamiento de las pasturas naturales que no son aptas para la producción agrícola, entre otras.
Algunos autores inclusive argumentan que la ganadería regenerativa intensiva no solo es sostenible, sino que secuestra más carbono del que produce por medio de las raíces de la masa vegetal que crece en estas zonas, que se ven fortalecidas por las excretas animales a modo de abono. No obstante, existe una íntima dependencia entre las condiciones climáticas, las zonas y el tipo de vegetación en el que se induce el pastoreo.
Una revisión sistemática encontró que el efecto de secuestramiento de carbono es limitado y la intensificación solo puede ser factible en una zona del planeta muy específica; por otro lado, el Food Climate Research Network emitió un reporte donde desmiente la idea del secuestramiento eterno de carbono, y deja muy claro que no puede existir una ganadería realmente sostenible si no se hace a la par de una reducción sustancial en el consumo de proteínas de origen animal, principalmente en lo que refiere a carne de rumiantes, sobretodo en las regiones donde se consumen más de 60 g de estos productos por día.
Por otra parte, también es importante hacer notar que cada región debe tener un sistema de producción acorde con sus características geográficas y climatológicas, pues la introducción de especies invasoras aún bajo esquemas sintrópicos, puede afectar tanto la microbiota de los suelos como la biodiversidad de la región, así que la adaptación a estos métodos, requiere un cambio complejo en los sistemas productivos, inclusive en la culturalidad de la producción, inversiones gubernamentales y capacitación continua, que puede llevar tanto o más tiempo que modificar los patrones dietarios.
Es importante entender que el concepto de carga también aplica para este tipo de producciones, aunque con sus modificaciones; no obstante, siempre habrá para cada tipo de terreno y clima, un número de animales por hectárea óptimo para maximizar la producción evitando el sobrepastoreo que degrada los suelos y ecosistemas, por lo que no es posible una intensificación en el número de animales sin afectaciones a la tierra.
Así pues, se ha observado que tener más de 4 animales por hectárea puede seguir afectando el medio ambiente de formas significativas, por lo que otras estrategias deben contemplarse, algunas de ellas implican la modificación genética de los animales o de sus dietas para asegurar que pocos animales puedan cubrir esa demanda o que, por el contrario, los animales jóvenes crezcan más aceleradamente, llegando al peso de matanza más rápido, lo que incrementaría por tanto, el número de animales criados en periodos cortos y con ellos, los gases de efecto invernadero se multiplicarían proporcionalmente. Esto último puede ser una preocupación para los grupos que abogan por el bienestar animal y para los consumidores que cada vez exigen más que este concepto forme parte de los sellos de sostenibilidad de las productoras de carne, huevos y lácteos, así como los productores y distribuidores de alimentos que ven una oportunidad de mercado en este tópico.
Adicionalmente, el valor de oportunidad hacia la reducción de gases de efecto invernadero entre todas las mejoras tecnológicas posibles en la producción de proteínas animales sigue estando por debajo del potencial que tiene una modificación en los patrones alimentarios, como lo muestra la siguiente imagen extraída del artículo “Opciones para mantener el sistema alimentario dentro de límites ambientales” de Springmann et.al.
El reto de la agricultura sostenible está en evitar que el uso de suelo se siga expandiendo, por lo que se deberá producir más alimento con la misma o menos cantidad de área que se usa actualmente, y dado que se espera un aumento de hasta 80% en la demanda de proteínas de origen animal hacia 2050, todo indica que para ser sostenible y por tanto evitar el sobrepastoreo, se debe limitar el número de animales por hectárea, así que las matemáticas no cuadran, si lo que muestran los reportes es que no se pueden intensificar los sistemas sostenibles para cubrir las demandas esperadas sin incrementar las emisiones y uso de recursos, entonces debe existir una reducción forzosa en la demanda, a la par que otras estrategias enfocadas a mejor la cadena productiva y reducir los desperdicios de alimentos.
En Alianza Alimentaria y Acción Climática, consideramos crucial la educación ambiental y nutricional con respecto a los alimentos para cambiar los patrones alimentarios, por lo que ello es parte de nuestros programas de implementación de dietas sostenibles, mientras buscamos junto con otros aliados, transformar el sistema alimentario en la cadena productiva.
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