¿Puede el consumo moderado de carne ser la clave para un sistema alimentario próspero y circular? ¿O comer carne no tiene cabida en una economía circular?
A medida que continuamos con la pandemia de COVID-19 y los impactos de los bloqueos y aislamientos prolongados, la necesidad de un cambio sistémico se ha vuelto más evidente que nunca. Este cambio necesario no debe pasarse por alto en el sector agroalimentario: nuestros sistemas alimentarios globales requieren una reelaboración radical ahora más que nunca, tanto para la salud planetaria como para la humana. Tanto la inseguridad alimentaria como la obesidad siguen aumentando a nivel mundial, mientras que nuestros sistemas agrícolas pueden ser destructivos en lugar de regenerativos, y contribuir a una gran cantidad de consecuencias ambientales. Esto plantea la pregunta: ¿dónde nos hemos equivocado?
La economía circular reconoce los desafíos y oportunidades que tenemos por delante en la reelaboración de los sistemas alimentarios de nuestro planeta. El último informe sobre la brecha de circularidad, Circularity gap report 2021, encuentra que el impacto de consumir una dieta principalmente basada en plantas podría reducir las emisiones globales en 1320 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono. Al investigar el papel de la economía circular en las adaptaciones de los sistemas alimentarios, comúnmente surge la pregunta: ¿comer carne tiene cabida en una economía circular?
El hecho de que las dietas sin carne benefician drásticamente al medio ambiente está respaldado por una amplia investigación que destaca los impactos sistémicos de la industria. Comer carne es fundamentalmente ineficiente: los animales de ganado utilizan el 80% de las tierras agrícolas del mundo (tanto para pastoreo como para el cultivo de piensos), pero proporcionan sólo el 15% de nuestras calorías. Debido a que estos animales consumen tanto, perdemos alimentos que podrían redirigirse para uso humano: 77 millones de toneladas de proteína vegetal, por ejemplo, se alimentan al ganado con una devolución de solo 58 millones de toneladas de proteína animal. Es más, la mitad del grano que cultivamos se destina a los animales, así como la gran mayoría de la soya, malamente vinculada a la deforestación del Amazonas, dejando solo el 6% para el consumo humano. De hecho, más de dos tercios de la deforestación mundial se pueden atribuir a la producción de piensos.
La otra cara del escenario actual, donde el consumo de carne se reduciría, hipotéticamente, a cero, resultaría en un sistema alimentario que produce suficiente para alimentar a la población proyectada para 2050 (9.7 mil millones) en menos tierra de la que usamos actualmente. Lesley Mitchell, directora asociada para la nutrición sostenible de Forum for the Future, señala que no sólo se desperdician los recursos de la tierra y los alimentos, sino también los animales. Los pollos machos en la industria del huevo, por ejemplo, se caracterizan como "subproductos" más que como seres vivos, y su vida generalmente termina antes de haber comenzado, ya que se "desechan".
Los impactos de la ganadería actual también afectan en el cambio climático, la contaminación del aire y el agua, la biodiversidad y la salud humana. La producción ganadera ha sido promocionada como el mayor impulsor de la destrucción de los hábitats y la deforestación, que libera carbono previamente secuestrado de la vegetación, pone en peligro crítico la biodiversidad y, quizás más relevante, abre el camino para que enfermedades peligrosas se propaguen a los humanos. La contaminación por nitrógeno, tres cuartas partes de la cual proviene de los desechos del ganado, forma una pequeña partícula que daña aún más la salud humana: un estudio reciente encontró que reducir a la mitad la contaminación por nitrógeno de la ganadería podría prevenir más de 200,000 muertes por año y ahorrarle miles de millones de dólares a varios sistemas de salud globales. En general, dicha contaminación afecta de manera desproporcionada a las familias de ingresos más bajos y a las personas de color, que es más probable que vivan en las proximidades de las operaciones de cría de animales para la ganadería industrial.
Si bien muchas investigaciones apuntan a la carne como la "causa principal de todo", otros argumentos postulan que al reducir drásticamente el consumo de carne y, en última instancia, reformular el propósito de los animales a partir de nuestra prioridad actual de ganancias y productividad, el consumo consciente y limitado de carne podría ser circular.
Esto podría lograrse re diseñando los sistemas de producción animal. Los animales de ganado criados en sistemas mixtos con cultivos, podrían alimentarse de recortes de plantas, malezas y otros subproductos no vendibles, y su estiércol sirve como fertilizante orgánico. Esto podría beneficiar económicamente a los agricultores y reducir la grave degradación y las emisiones vinculadas a la producción y el uso de fertilizantes sintéticos. Si bien, actualmente es ilegal en la UE y el Reino Unido debido a un brote de fiebre aftosa en 2001, el uso de desechos de alimentos como alimento para animales es otra vía potencial para el éxito. La práctica es rutinaria en Japón y Corea del Sur, que cuentan con sistemas regulados para procesar la basura de forma segura; los dos países reciclan casi la mitad de sus desperdicios de alimentos de esta manera, reduciendo los costos de alimentación para los ganaderos hasta en un 60%. Los beneficios medioambientales también son claros: los residuos de alimentos no utilizados y tratados incorrectamente son una fuente importante de emisiones, tanto que si los residuos de alimentos fueran un país, serían el tercer emisor más grande del mundo. Y la investigación sugiere que la tierra utilizada para cultivar piensos para cerdos podría reducirse en un 20% en Europa si se reciclan los residuos de alimentos en la misma medida que los países asiáticos.
Los modelos circulares para la ganadería también están surgiendo en el negocio. Por ejemplo, una empresa ha desarrollado un proyecto piloto en España para utilizar subproductos agrícolas para crear alimentos, y desechos animales para producir fertilizantes orgánicos. Una empresa sudafricana tiene otra solución innovadora y única: la reutilización de residuos a través del apetito voraz de la mosca soldado negra, un insecto que puede multiplicar su propio peso por 200 veces en poco más de una semana, alimentándose únicamente de materia orgánica, que de otro modo lo habría ido a la basura. Las larvas se secan y se transforman en un pienso de usos múltiples para la acuicultura. Sólo una de éstas fábricas, que funciona a plena capacidad, tiene el potencial de salvar 15 millones de peces silvestres.
Entonces, ¿cómo podría ser una disminución, o incluso un abandono total, de la cría de animales? En teoría: la tierra podría volver a su estado natural libremente, las especies forestales podrían prosperar una vez más, la biodiversidad podría aumentar y el aumento de la vegetación y la cobertura de árboles podría actuar como un sumidero de carbono muy necesario. Revertir sólo las tierras de pastoreo (no las tierras de cultivos forrajeros) a su estado natural podría eliminar la asombrosa cantidad de 8 mil millones de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera, una reducción de aproximadamente el 13.5% según las emisiones de 2019.
Argumentos contrarios a ésto, como los que minimizan el impacto de la carne y critican el monocultivo masivo de soya y maíz, no reconocen el propósito adicional de muchos de estos cultivos: los piensos.
En resumen: el consumo y la producción de carne tendrían que reducirse drásticamente para que los argumentos anteriores se vuelvan realistas, y el consumo de carne tenga lugar en una economía circular. Si continúa tal como está, no habrá espacio en un sistema de alimentación circular para los 31 mil millones de animales de ganado que tenemos actualmente. Sin embargo, aunque cada vez hay más evidencia que respalda la opinión de que el mundo puede mantenerse con una dieta basada en plantas, con importantes beneficios para la salud, la realidad de un cambio tan enorme no es tan simple. El consumo de carne, afortunadamente, está disminuyendo sobre una base per cápita, pero las cifras generales están aumentando debido al crecimiento de la población y los ingresos.
El consumo excesivo de carne en occidente sigue siendo el principal problema a abordar: los estadounidenses, por ejemplo, representan el 4,5% de población mundial, pero consumen el 15% de la carne del mundo, y cada ciudadano consume una media de 330 gramos al día, mientras que los que viven en países de menores ingresos suelen rondar los 80 gramos al día, una cifra en línea con las recomendaciones dadas por el informe para una óptima salud planetaria y humana, de EAT-Lancet.