¿Sabes realmente qué es una dieta sostenible?

Se habla mucho sobre la necesidad de dirigirnos hacia dietas más sostenibles, pero, ¿qué son realmente?

Escrito por Alejandra Gloria Piña
13/01/2022 10:51

El sistema alimentario es uno de los principales sectores responsables de la degradación ambiental. En la actualidad, es el mayor usuario de agua dulce a nivel mundial: representa el 70 % del agua dulce extraída en el mundo.

El sistema alimentario actual también es responsable de entre el 21% y el 37% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI). Además, ocupa aproximadamente entre el 49% y el 51% de la superficie terrestre libre de hielo del mundo. Las tierras de pastoreo representan el 37% y los campos de cultivo, destinados mayormente para producción de forrajes y piensos, representan aproximadamente el 12-14%. Las prácticas ganaderas y agrícolas intensivas e insostenibles y la contaminación también pueden desencadenar la pérdida de biodiversidad.


Entonces, ¿qué es una dieta sostenible?


Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la sostenibilidad de las dietas va más allá del medio ambiente e incluye dimensiones socioeconómicas y culturales.

En 2019, la FAO y la OMS acuñaron el concepto de “dieta saludable sostenible”, que se define como:

“Patrones alimentarios que promueven todas las dimensiones de la salud y el bienestar de las personas; tienen una baja presión e impacto ambiental; son accesibles, asequibles, seguras y equitativas; y son culturalmente aceptables”.

Considerando lo anterior, los patrones de consumo actuales están lejos de ser sostenibles. Actualmente, sólo algunas directrices dietéticas tienen en cuenta la sostenibilidad medioambiental, como las de los Países Bajos, los países nórdicos, Alemania, Brasil, Suecia, Qatar y Francia.


Puntos débiles de la promoción de dietas sostenibles


En muchos casos, los análisis publicados no son completos, y no hay muchas iniciativas en nuestro país que promocionen dietas sostenibles, y por tanto, las soluciones y conclusiones que ofrecen pueden ser engañosas. Los artículos recogidos en la literatura académica generalmente se centran en sólo algunos indicadores dentro de la sostenibilidad, omitiendo uno o varios de estos componentes.

En la práctica, la mayoría de los trabajos se enfocan en uno o pocos aspectos ambientales, como las emisiones de gases de efecto invernadero (huella de carbono) o el uso del agua (huella hídrica), y pasan por alto los posibles desplazamientos de impactos a otros sectores o recursos.


Origen y estacionalidad de los alimentos


En segundo lugar, los estudios centrados en dietas sostenibles generalmente no consideran aspectos como el origen y la estacionalidad de los alimentos. Está demostrado que las frutas y verduras transportadas por aire e importadas de otros países tienen huellas de carbono superiores a las producidas y consumidas localmente.

En cuanto a la estacionalidad, por ejemplo, según la base de datos de la Agencia Francesa de Gestión del Medio Ambiente y la Energía, 1 kg de lechuga producida en un invernadero francés con calefacción emite 11 kg de CO₂eq, mientras que 1 kg de la lechuga producida en temporada genera casi 34 veces menos emisiones (0,3 kg de CO₂eq).


Biodiversidad agrícola y alimentación ecológica


Un tercer punto débil es que normalmente los estudios sobre dietas sostenibles tampoco incluyen indicadores de agrobiodiversidad y alimentación ecológica. La adopción de enfoques de este tipo son la base para un medio ambiente saludable, ya que proporcionan información y directrices para promover los alimentos producidos localmente, vegetales comestibles poco conocidos, y formas de producción y preparaciones gastronómicas sostenibles.


Producción ganadera


Los datos actuales muestran una contribución sustancial del sector ganadero al uso de recursos ambientales y la contaminación.

Se estima que el sector ganadero es responsable de aproximadamente el 13% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Este sector ocupa el 26% de la superficie total de tierra libre de hielo (22% a través de pastos y pastizales y 4% de las tierras de cultivo utilizadas para la alimentación) y representa el 29% de la huella hídrica.


Conservación de los alimentos


Otra de las carencias de este tipo de estudios es que los métodos de conservación de los alimentos generalmente no se tienen en cuenta. El procesado y envasado de alimentos puede causar la contaminación del aire, el uso de recursos hídricos y podría ser una fuente de desechos. Por ejemplo, el impacto ambiental de los envases de un solo uso, ya sean de plástico o papel, es generalmente mayor que el de los reutilizables.


Aspectos socioeconómicos y culturales


Por último, la mayoría de los estudios sobre dietas sostenibles se enfocan en países desarrollados. Hay pocas publicaciones enfocadas en los países económicamente pobres. Es un tema a analizar, ya que las circunstancias son diferentes en los países desarrollados y en desarrollo.

Todos estos aspectos no considerados en los estudios podrían ser importantes para evitar consecuencias ambientales de un cambio dietético hacia una alimentación “sostenible”. Se necesita un enfoque de sistemas que integre los diferentes dominios para construir sistemas alimentarios resilientes. Es necesario un mayor desarrollo de indicadores y datos sobre todas las dimensiones de la sostenibilidad para que este concepto sea completo, útil y eficaz.


Así, alimentar al mundo de manera sostenible puede implicar:


Para definir dietas sostenibles es importante utilizar un conjunto uniforme de parámetros armonizados que integren adecuadamente los aspectos económicos, sociales y ambientales. Esto evitaría que los impactos se transfieran a otros sectores o recursos.

Lograr dietas sostenibles implica considerar enfoques culturalmente sensibles y específicos al contexto utilizando diferentes prácticas y sistemas de producción.

Para conocer más sobre alimentación y modelos de dietas sostenibles, así como del impacto ambiental del sistema alimentario actual, síguenos en Facebook y Twitter.


Vía The Conversation


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