La forma de consumir los alimentos y su elección afectan la salud de las personas, pero también la del planeta.
Cada vez son más los estudios científicos que aseguran que las acciones y prácticas cotidianas dejan huellas en el planeta, y la alimentación es una de ellas.
La producción y el consumo de alimentos son los principales determinantes de la salud humana y la sostenibilidad ambiental. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se requieren 1.500 litros de agua para generar un kilo de granos y 10 veces esa cantidad para producir un kilo de carne.
Para dar luz a ésta problemática, el pasado 16 de octubre se conmemoró el “Día Mundial de la Alimentación Saludable”, una fecha que busca concientizar para tomar acciones que combatan el hambre en el mundo, la desnutrición y la pobreza. La fecha también sirve para repensar cómo impacta el tipo de alimentos que consumimos en el medioambiente.
Si tenemos en cuenta que para el año 2050 se estima que la demanda global de alimentos se duplicará, ¿cómo nos alimentamos para garantizar que haya suficiente para todos, y que no se continúe dañando al medio ambiente?
Aunque existen diferentes alternativas y necesidades de alimentación, la ONG WWF Colombia comparte 3 acciones básicas que cualquier colombiano puede tener en cuenta a la hora de comer con conciencia ambiental.
Al preferir alimentos producidos localmente y cultivados lo más cerca de casa, y con buenas prácticas, se puede reducir la generación de emisiones de gases efecto invernadero, aquellos que calientan al planeta y causan el cambio climático.
Sólo basta pensar en las emisiones de barcos, camiones y aviones que atraviesan el mundo para transportar alimentos de un lado a otro. Un porcentaje de estas emisiones asociadas al transporte puede reducirse si más personas comen local.
Los alimentos de proximidad, o kilómetro 0, se cultivan cerca de donde se va a comer y se venden directamente a los consumidores o a través de un número mínimo de intermediarios, a ser posible uno solo, por lo que están más ligados al territorio y son más sostenibles. El público se fija cada vez más en esta variable; el 74% prefiere productos locales antes que importados, según la consultora Kantar.
Hay una tendencia en los últimos 10 años que no para de crecer: cada vez más gente declara que prefiere productos próximos. La gente es consciente de los dos impactos: el económico, que así da trabajo a la población local; y también el medioambiental.
● Antes de comprar un producto vale la pena preguntar de dónde viene, cómo fue producido o revisar la etiqueta.
● Al visitar un restaurante, prefiera aquellos platos que incluyen ingredientes locales, y mejor si cuentan con algún atributo como como orgánico o de temporada.
● Hacer uso de las iniciativas que conectan a clientes con productores locales, como los mercados campesinos.
Desde inicios del siglo 20, cerca del 75% de la variedad de cultivos del mundo ha desaparecido de los campos de los agricultores y sólo nueve representan el 66% del total de la producción agrícola. Aunque el hombre ha llegado a cultivar al menos 6.000 especies de plantas, los principales cultivos globales son sólo tres: arroz, trigo y maíz.
Esta forma poco variada de producción implica un mayor desgaste para el suelo y sus nutrientes, la pérdida de variedades de alimentos y la cultura en torno a ellos, y en ocasiones, un mayor uso de fertilizantes, algunos, generadores de gases efecto invernadero.
● Incluir más frutas y verduras en su alimentación diaria. Según los expertos, estos deben ocupar al menos la mitad del plato.
● Incorporar un alimento vegetal, local, que se consuma de manera poco frecuente cada vez que haga sus compras.
● Elegir más alimentos frescos y menos procesados, pues estos requieren de menos recursos para producirse.
● Apoyar a los campesinos que cultivan variedades diferentes de un alimento; están rescatando semillas y alimentos que de otra forma podrían desaparecer.
Cerca de 35% de todos los alimentos preparados y producidos en México se tiran a la basura, el nivel de desperdicio puede llegar hasta un 40% si se trata de carnes blancas como el pollo y el pescado y un 37% para la carne de res.
Las grandes urbes mexicanas como la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara son responsables de gran parte del desperdicio de alimentos en un país en el que cerca de 50 millones de mexicanos tienen problemas para acceder a la canasta alimentaria. Siguiendo las estimaciones de la FAO sólo la capital mexicana tira a la basura cerca de 13,000 toneladas de comida cada día mientras que casi 15% de la población que habita la urbe presenta alguna carencia alimentaria.
● Comprar alimentos frescos como frutas y verduras con más frecuencia, en vez de una gran cantidad, pues esta es la comida que más se desperdicia.
● Evitar manipular en exceso los alimentos para verificar su estado de madurez: esto hace que se dañen más rápido.
● Aprender cuál es la manera adecuada de almacenar los alimentos frescos. Por ejemplo, los plátanos deben almacenarse lejos de otras frutas para retrasar su maduración y, en lo posible, colgados.
● Reducir las porciones y permitir que cada miembro de la familia se sirva directamente, de acuerdo a su apetito.
● Si sobra comida al visitar un restaurante, siempre pedir para llevar. Eso sí, teniendo en cuenta no usar recipientes difíciles de reciclar como los de poliestireno expandido (icopor).
● Revisar nuevas maneras de usar las frutas o verduras sobre-maduras: salsas, postres, panes, batidos son opciones para evitar que éstas se desperdicien.
● Investigar recetas para usar creativamente las sobras y gestionarlas de manera segura.
Empezar con estas simples prácticas es una forma efectiva en la que los colombianos pueden aportar y empezar a tener una alimentación dentro de los límites planetarios. Es preciso anotar que no existe una sola manera de alimentarse sosteniblemente, pues la geografía, la cultura, la tradición, la disponibilidad y la asequibilidad influyen en las elecciones que cada persona hace a la hora de comer, sin embargo, la evidencia científica respalda desde hace décadas, pero sobre todo en los últimos años, que reducir el consumo de carne es mejor para nuestra salud y más sostenible para el planeta.
También, es importante tener presente que, para proteger nuestra comida, también necesitamos cuidar la naturaleza. Los sistemas alimentarios dependen de procesos naturales como la polinización, el mantenimiento de suelos, el control de plagas, la regulación del agua, los sumideros de carbono y la conservación de los hábitats para la vida silvestre. Por lo tanto, revertir la pérdida de biodiversidad es esencial para salvaguardar los alimentos a largo plazo.