COP26: Por qué los líderes mundiales deberían hablar de Alimentación sostenible

La alimentación es la siguiente frontera del carbono, quizá tan importante como aquella de los combustibles fósiles.

Escrito por Karina González Bret
02/11/2021 10:01

Desde el 31 de octubre hasta el 12 de noviembre de 2021, se estará realizando la reunión bianual de las Naciones Unidas, conferencia por el clima, mejor conocida como COP 26, donde los líderes del mundo deciden la estrategia global a seguir ante el cambio climático. Esto incluye tanto las medidas de mitigación y la reducción de gases de efecto invernadero, como las estrategias de adaptación hacia un cambio inminente en la temperatura del planeta y las consecuencias que ello implica para toda la vida en el planeta, no sólo los asentamientos humanos.

Históricamente, las discusiones en torno al cambio climático que se desarrollan en este tipo de conferencias giran alrededor de los combustibles fósiles y la urgencia de cambiar la forma en que proveemos de energía al mundo, mientras que otras acciones que también impactan al cambio climático son relegadas a segundo plano, siendo la alimentación uno de esos temas ignorados o minimizados.

Si bien el desperdicio de alimentos y los medios de producción agrícola y ganadera forman parte de las discusiones, poco o nada se habla de los patrones alimentarios mundiales y del cómo la demanda afecta directamente a los modos productivos, a los residuos generados, y a la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos debido no sólo a los métodos de producción, sino a la naturaleza inherente a los alimentos, como en el caso de las carnes, donde los animales por su digestión naturalmente emiten gases de efecto invernadero que no pueden ser eliminados por completo a través de métodos de producción, ya que la producción de metano y óxido de nitrógeno son parte de su metabolismo.

El incremento en la demanda de estos alimentos es especialmente preocupante en los países súper desarrollados y en aquellos países en desarrollo donde su consumo muestra aumento acelerado, ligado al crecimiento de su población, como es el caso de China e India, que esperan acaparar la demanda de cárnicos en los siguientes 20 años.

Un estudio de 2018 reveló que las cinco productoras de carnes más grandes del mundo emitían lo mismo o más que las compañías petroleras más reconocidas, mientras que el Atlas de la carne de 2021 revela que 20 compañías productoras de carne y lácteos emiten más gases de efecto invernadero que Alemania, Francia y Gran Bretaña combinadas. Por otro lado, el IPC emitió un reporte en el que indica que las dietas basadas en plantas tienen un alto potencial para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la alimentación.

El centro por un futuro habitable de la Universidad de Johns Hopkins, indica que coma aun siendo neutrales en términos de carbono en toda la industria, debido al incremento en la demanda de productos de origen animal que se espera con el crecimiento de la población hacia 2050, si no hacemos cambio en los patrones alimentarios, seguiremos en peligro de aumentar nuestra temperatura más de 2 °C; este mismo estudio, indica que requerimos una reducción al menos del 75% del consumo de productos de origen animal per cápita y una reducción del 50% en la generación de residuos de origen alimentario. Por su parte, otro estudio indica que las dietas Flexitarianas tienen un mayor potencial en la reducción de gases de efecto invernadero que los cambios tecnológicos en las producciones agrícolas y ganaderas o que la reducción de residuos alimentarios.

Adicionalmente, cada vez más científicos y organizaciones a lo largo del mundo han indicado la importancia de preservar la biodiversidad para combatir el cambio climático, y es justamente la industria alimentaria y principalmente la ganadería como la principal causante de pérdida de biodiversidad que tenemos actualmente.

La industria de la carne está realizando exactamente las mismas estrategias que la industria de los combustibles fósiles para convencer a los líderes y consumidores de que su industria por sí misma no es un problema y que por tanto las estrategias contra el cambio climático no deberían estar focalizadas en estas industrias, insisten en que la ciencia que respalda las recomendaciones para reducir la cantidad de productos animales que se producen en el mundo a través de la demanda no son concluyentes o que no consideran algunos factores. Un argumento que se utiliza muy comúnmente es que la ganadería regenerativa ayudaría a capturar más carbono del que emite en sus equivalentes de metano y dióxido de nitrógeno, sin embargo, los expertos en suelos han desmentido esta afirmación.

Ante todo lo anterior y con una evidencia avasallante sobre el impacto que un cambio en los patrones alimentarios tiene para el cambio climático, es de suma importancia que los líderes mundiales comiencen a hablar de este tema que puede parecer incómodo pero que será la diferencia entre la supervivencia de la especie humana y su extinción debido al cambio climático. No podemos seguir hablando de una decisión personal o un estilo de vida cuando éste pone en riesgo al planeta entero. Reducir el consumo de productos de origen animal se ha convertido en la siguiente frontera de carbono y es necesario que organismos y gobiernos establezcan estrategias que fomenten alimentaciones más sostenibles y que eduquen a la población sobre los impactos ambientales y sociales que tienen sus decisiones dietarias. Es ahora o nunca, no podemos esperar otros dos años a que la alimentación forme parte de las conversaciones en el siguiente COP.


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