La alimentación no sólo engloba aspectos de nutrición. Estas preguntas nos ayudan a reconocer su impacto en otras áreas.
En el tema de cómo llevar una alimentación saludable, tenemos mucha información y datos que son ampliamente conocidos y recomendados por profesionales de la salud.
Pero la comida es más que solo nutrición. También sabemos que los alimentos pueden afectar la salud de muchas personas, incluso antes de que lleguen a nuestros platos, por ejemplo, la contaminación causada por los fertilizantes utilizados en las granjas y cultivos ha dejado a muchas comunidades sin acceso a agua potable, igualmente, muchas de las personas que producen nuestros alimentos no ganan lo suficiente para costear lo que consideramos una dieta saludable. Entonces, ¿es posible comer de maneras que promuevan la salud y produzcan mejores resultados para nuestro bienestar colectivo, medios de vida y recursos naturales?
Estos planteamientos ya están siendo cuestionados. Los expertos y organismos científicos, incluido el Comité Asesor de Guías Alimentarias 2020, están llamando cada vez más la atención sobre la importancia de la investigación sobre dietas sostenibles. Aunque no existe un registro oficial de cuántos fondos están apoyando actualmente este campo, los aportes para la investigación nutricional en general, se han estancado durante décadas. La financiación de la investigación en la intersección de los problemas de la alimentación y la agricultura, en particular, es inadecuada para abordar la magnitud de los desafíos de salud pública, incluido el cambio climático, las amenazas a la seguridad alimentaria, la pobreza persistente y las disparidades en el acceso a servicios de salud.
Estas son tres de las preguntas más urgentes que la investigación puede responder para permitir una alimentación más sostenible para todos:
La investigación sobre dietas saludables y ambientalmente sostenibles ha tenido un crecimiento extraordinario en los últimos años. Según la investigación de la Sociedad Americana de Nutrición, se publicaron casi 100 nuevos artículos académicos sobre este tema entre 2015 y 2019. En México, las investigaciones y artículos más recientes que hablan sobre el cambio de los patrones alimentarios de la población, se publicaron entre 2016 y 2018, sin embargo, la mención de la sostenibilidad alimentaria y los impactos en el medio ambiente de estas nuevas decisiones de consumo, son pocas o nulas.
Gran parte de estas investigaciones, enfocadas en los impactos ambientales de la alimentación, están de acuerdo en que, en general, las dietas saludables que son más altas en alimentos de origen vegetal y más bajas en alimentos de origen animal son más sostenibles, desde el punto de vista ambiental, lo que significa que también se asocian con una reducción en el uso de energía y de la tierra, así como menos contaminación del aire y del agua.
Este es un hallazgo importante que nos permite dar los primeros pasos hacia dietas más sostenibles, y cada paso es fundamental, dada la urgencia y la magnitud de la doble crisis climática y de salud pública. De hecho, varios países, como Canadá, Suiza, Suecia, Qatar, Noruega, Brasil y Alemania, ya han actuado sobre la base de los conocimientos existentes para incorporar la sostenibilidad en las guías alimentarias nacionales.
Es imprescindible comenzar a comprender mejor los impactos de los diferentes tipos de cambios en la dieta que podrían mejorar la salud y la sostenibilidad, y las formas más efectivas de fomentar dichos cambios a nivel individual, institucional y social. También necesitamos entender cómo una amplia variedad de dietas sostenibles se alinean con diversas culturas y tradiciones culinarias. Ambas áreas de investigación serán cruciales para formar las intervenciones prácticas de salud pública y las recomendaciones de políticas que pueden ayudar a todas las personas a realizar cambios significativos.
También existen desafíos con los datos y modelos disponibles para calcular los impactos ambientales de la alimentación. Muchos estudios sobre dietas sostenibles se basan en modelos llamados evaluaciones del ciclo de vida, que ayudan a estimar los impactos ambientales acumulativos de los alimentos que comemos. Por ejemplo, ¿cuánta energía se requiere para procesar, empaquetar y transportar medio kilo de carne de res desde la granja hasta la tienda o supermercados? ¿Cuánta tierra, agua y energía se requirió para criar al ganado? Si bien una evaluación del ciclo de vida es útil para proporcionar estimaciones generales, a menudo se basa en promedios que no tienen en cuenta las diferencias en los métodos de producción, o las regiones.
Si bien hay instituciones y organizaciones enfocadas en la sostenibilidad ambiental, es importante reconocer que una dieta verdaderamente sostenible también tiene en cuenta las condiciones sociales y económicas que pueden amenazar nuestra salud, bienestar y el futuro de nuestro suministro de alimentos.
Entre estas consideraciones se encuentran las persistentes disparidades económicas y de salud arraigadas en el actual sistema alimentario de Estados Unidos, México, Latinoamérica, y más países, que afectan de manera desproporcionada a las comunidades indígenas y negras que han enfrentado décadas de prácticas y políticas racistas y discriminatorias.
Resulta irónico que muchas poblaciones indígenas durante generaciones han producido alimentos en armonía con los sistemas ecológicos, una forma de vida que fue interrumpida por la colonización y los nuevos sistemas de producción y alimentación.
La explotación generalizada en la cadena alimentaria puede funcionar para abaratar ciertos alimentos y, al mismo tiempo, impedir que los trabajadores puedan permitirse una dieta saludable. Este no es un desafío exclusivo de los trabajadores de la cadena alimentaria. Muchos hogares luchan diariamente para pagar una dieta saludable.
Entonces, ¿cómo puede ayudar la investigación?
Comprender lo que estas dietas podrían costar a los consumidores y qué segmentos de la población podrían no poder pagarlas, es un primer paso en la creación de políticas y programas que puedan llevar una alimentación más saludable y sostenible al alcance de más personas. Las investigaciones existentes sobre programas e iniciativas como el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (también conocido como SNAP), o los aumentos del salario mínimo también serán útiles para identificar las mejores formas de aumentar el poder adquisitivo de los consumidores, particularmente entre los hogares de bajos ingresos.
Quizás lo más importante es que la investigación participativa puede apoyar los esfuerzos de las comunidades para abordar las causas fundamentales de las disparidades sociales y económicas, incluida la discriminación y los sistemas económicos explotadores.
No todas las opciones de alimentos que apoyan la salud respaldarán la sostenibilidad, y viceversa. De hecho, si la población mexicana cambiara sus hábitos de consumo y alimentación actuales, hacia las recomendaciones para llevar una alimentación más saludable, las emisiones de gases de efecto invernadero, el uso de energía y el uso de agua podrían aumentar. Esto se debe, en parte, al hecho de que muchas frutas y verduras, de las que la mayoría de nosotros no comemos lo suficiente, se producen de manera que requieren mucha agua y energía.
Esto no quiere decir que debamos abandonar nuestros esfuerzos por comer de manera saludable. Más bien, tenemos que buscar soluciones de producción alimentaria más sostenible para las personas y el planeta, y la investigación puede desempeñar un papel clave para ayudarnos a lograrlo.
Mientras las tasas de enfermedades relacionadas con la dieta y las disparidades en la salud continúan aumentando, la degradación del suelo y otros recursos naturales se ha vuelto más grave, muchos trabajadores todavía están mal pagados e inseguros, y el cambio climático es ahora una realidad que cobra gran importancia en nuestra vida diaria, la priorización y financiamiento de la investigación en temas de nutrición y dietas sostenibles ha permanecido estancada, y no se han hecho avances importantes en las políticas alimentarias para incluir a la sostenibilidad.
Ahora más que nunca, se vuelve fundamental aprovechar las oportunidades legislativas y la revisión de los programas de nutrición poblacional y nutrición infantil para garantizar que finalmente haya fondos disponibles para responder a estas y otras preguntas críticas de investigación sobre alimentación sostenible.
Vía EcoWatch.