Para respetar la diversidad dietaria es necesario también respetar la diversidad de cuerpos y poner atención en cómo se promueve la alimentación sostenible.
El cambio climático y la actual crisis ambiental han generado en las personas, sobre todo jóvenes, distintos trastornos psicológicos. Se ha observado en los últimos años que la llamada “ansiedad climática” va en aumento, y ello tiene, por lo menos, dos vertientes: la que hunde a las personas en un desolador panorama en que todo está predicho y poco hay que hacer, y la que logra hacer que las personas tomen acciones positivas para poner su granito de arena para cambiar la situación actual.
Dentro de las acciones que están tomando las personas interesadas en frenar el cambio climático, se encuentra un cambio hacia una alimentaciòn principalmente basadas en plantas, que contengan poco o ningún producto de origen animal. Quizás uno de los casos más conocidos de activistas climáticos que justo han decidido llevar una alimentación basada en plantas para reducir su impacto ambiental, sea el de Greta Thunberg. A su vez, muchas otras personas famosas que se han caracterizado por tomar el Cambio Climático como estandarte ya han realizado cambios también en su alimentación en la misma dirección.
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Pero la pregunta es inevitable ¿qué pasa cuando una persona con ansiedad climática padece además un trastorno de la conducta alimentaria (TCA)? ¿Puede la conjugación de ambos factores desencadenar problemas severos para la salud física y mental de las personas? La respuesta no es tan simple, ya que el llevar una alimentación sostenible puede o no estar conectada con un TCA.
Es cierto que existen algunas estadísticas donde se ha observado que un buen porcentaje de personas con TCA, sobre todo mujeres jóvenes llevan una alimentación vegetariana, basada en plantas o con un poco o nulo contenido de productos de origen animal, pero esto se debe precisamente por el prejuicio de que la alimentación basadas en plantas proveen menos calorías que otro tipo de regímenes alimenticios y son promovidas también como dietas para bajar de peso.
La alimentación sostenible en sus distintas versiones, es considerada como restrictiva para muchas personas que desconocen de la riqueza de sabores y texturas que ofrece, justo porque elimina o reduce el consumo de productos de origen animal, considerados en la mayoría de los platos nutricionales del mundo como un grupo completo de alimentos. De esta forma, activistas por la diversidad corporal, coinciden que es la restricción de estos productos, un factor importante que afecta la relación con la comida como los llamados atracones que derivan en otros problemas de salud física y mental.
Se encuentran en el otro lado, las personas que llevan una alimentación sostenible que además habitan en cuerpos diversos, de todas tallas y tamaños. Muchas de estas personas pueden sufrir de gordofobia justo por el prejuicio que se tiene por dietas con un mayor contenido de frutas y verduras. Muchas personas que siguen una alimentación sostenible y cuyos cuerpos son considerados gordos, ven cuestionada su credibilidad.
Por otro lado, necesitamos recordar la definición que dio la FAO para dieta sostenible, entendiendo por dieta el conjunto de alimentos que se ingieren en un día:
“Las dietas sostenibles son aquellas que generan un impacto ambiental reducido y que contribuyen a la seguridad alimentaria y nutricional y a que las generaciones actuales y futuras lleven una vida saludable. Además protegen y respetan la biodiversidad y los ecosistemas, son culturalmente aceptables, accesibles, económicamente justas y asequibles y nutricionalmente adecuadas, inocuas y saludables, y optimizan los recursos naturales y humanos.”
Ello implica, que no existe una única forma de alimentarse de forma sostenible, sino que son muchas las que se adaptan a distintas condiciones socio-culturales y económicas, con la característica común de tener un contenido mayor de frutas y verduras endémicas y de temporada, que de productos de origen animal. Una de esas adaptaciones requiere la consideración de las diversidades tanto corporales como de condiciones de la salud mental.
Si bien son las dietas sostenibles clave para combatir el cambio climático, debemos promoverlas como una opción que no solo es mejor para el medio ambiente sino también para las personas.
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Para que esta opción considere a las personas con corporalidades diversas y aquellas con algún tipo de trastorno de la alimentación, debemos asegurarnos de distintos aspectos, para que se cubran las necesidades fisiológicas y psicológicas de las personas. Ello implica que es necesario informar a las personas sobre la calidad nutricional de los alimentos, ofrecer recetas que les sean atractivas y proporcionen no sólo placer sensorial sino también integración social y cultural.
Es importante establecer que las dietas sostenibles no son restrictivas cuando se comunican con responsabilidad y tomando en cuenta los entornos socioculturales. Es imprescindible que si la ansiedad climática se convierte en acción a través de la alimentación, la información nutricional sobre alimentación sostenible esté disponible para todas las personas para evitar que se caiga en un trastorno de la alimentación debido a una aparente restricción. Sobre todo, es fundamental para los profesionales de la salud que tratan TCAs y para activistas de la diversidad corporal, que sepan que es posible empatar una alimentación sostenible tanto en el combate a la gordofobia como en los trastornos de la alimentación, para evitar caer en temas de discriminación dietaria.
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El Colegio Real de Psiquiatría y la Asociación Dietética Británica establecieron en consenso una serie de lineamientos para el tratamiento de personas con trastornos de la alimentación que además llevan una alimentación basadas en plantas por motivos éticos, en los que establecen la importancia de respetar las posturas ideológicas de las personas y llegan a una aproximación que respeta los intereses éticos de los pacientes, con su salud física y mental.
La diversidad y la inclusión también están ligadas a la alimentación sostenible, y es imprescindible que se pueda diferenciar una postura derivada de un compromiso ambiental, de una forma de evadir un tratamiento para los TCA, y que esa decisión dietaria no sea utilizada como una forma de desacreditar tanto los esfuerzos de las personas con TCA en recuperación, como de aquellas personas que abrazan la diversidad corporal como parte de su identidad.