Cómo la guerra entre Rusia y Ucrania afecta el consumo de carne

Ante las inevitables repercusiones económicas, a nivel mundial, que plantea el escenario de la guerra en Ucrania, ¿Qué papel podría tener, en países en vías de desarrollo, el consumo de carne sobre el precio de los granos?

Escrito por Fernando Medrano
28/11/2022 11:38

Nos enfrentamos como especie a una crisis alimentaria. Esta crisis se agudizó por el conflicto armado entre los países de Ucrania y Rusia, cuyos efectos económicos y sociales impactan a nivel mundial. La soberanía alimentaria está siendo amenazada globalmente por un conflicto muy localizado.

Según la directora de la red de China y Latinoamérica de enfoques multidisciplinarios (REDCAEM por sus siglas en inglés), Pamela Aróstica Fernandez (2022) existe una asimetría en la crisis alimentaria en el sentido de que tanto la Unión Europea como Estados Unidos han tomado medidas desde inicios de 2022 cuando empezó la guerra en Ucrania, para que la población afectada en dichos países no llegue al 2.5%. Mientras en Latinoamérica la población afectada llega al 9%.

Tanto Rusia como Ucrania son de los principales productores de cereales, semillas y fertilizantes; de hecho ambos suman más de un tercio de las exportaciones mundiales de cereales. Esta guerra provoca un escenario complejo para Latinoamérica ya que importa 78% de los fertilizantes que utiliza (FAO, 2019), lo que se traduce en un aumento en el precio de algunos granos, como fue el caso del trigo, que incrementó el 16% tras el estallido de la guerra. (Rodríguez, 2022). Otro de los factores que recrudecen la situación, es la demanda de carne en países desarrollados como aquellos en vías de desarrollo, ya que la producción de productos de origen animal requieren de casi el 70% del grano producido en el mundo.

En Europa, la elevación de los precios del grano afectó a la ganadería, principalmente a la porcícola, ya que los granos son los que componen cerca de tres cuartas partes del costo de la carne. A solo un par de meses tras iniciada la guerra, el primer ministro Alemán hizo un llamado a la reflexión sobre cómo el consumo de carne, principalmente de cerdo, afecta las cadenas de suministro alimentarias, y que se debería priorizar alimentar a los humanos por encima del ganado.

En el caso de México se invierten más de tres millones de toneladas de sorgo, cerca de 17 mil toneladas de maíz y más de ocho mil toneladas de avena para sostener la industria pecuaria. Y aunque una buena cantidad de estos granos la produce el subsector agrícola mexicano, anualmente se importan aproximadamente 22 millones de toneladas de granos forrajeros, sin contar la inversión de pesticidas empleados en dichas actividades. A pesar de que México dedica una buena parte de su territorio a la producción pecuaria, todavía la mayoría de la población se encuentra en situación de pobreza alimentaria, con pocas posibilidades de obtener carnes y lácteos a precios asequibles.

La Organización de Porcicultores Mexicanos (Opormex) informó un aumento del 18% de demanda de carne de cerdo en relación a las registradas en 2021, lo que implica desviar más granos para alimentar a estos animales. Mientras que la demanda para el “consumo humano” de maíz (4.7%) disminuyó en mayo del 2022, cuyo inventario final se esperaba en 1,922, 000 toneladas. Entretanto el “consumo pecuario” demanda 78.3% de esta producción.

La desproporción, en que las tierras cultivadas se utilizan para producir piensos para alimentar cerdos, vacas y pollos en vez de producir alimento para humanos, se vuelve más crítica conforme se recrudece la guerra, con todo y el reciente respiro que ha implicado que Rusia haya permitido el traslado de granos desde Ucrania al resto del mundo.

Con una población que alcanzó recientemente 8 mil millones de personas, necesitamos replantearnos cómo poder alimentar a toda la población con menos recursos mientras nos preparamos para afrontar una crisis de alcances mundiales como fue la pandemia de COVID 19 y ahora la guerra entre Rusia y Ucrania: transformar las tierras que usamos para producir piensos en tierras que producen alimento directamente para los humanos será clave para mantener la seguridad alimentaria.


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