La FAO insta a vigilar el uso de antibióticos en la ganadería ante el aumento de la resistencia a esos y otros antimicrobianos.
Actualmente es común la contaminación de alimentos con E. coli, salmonela, y otros microorganismos nocivos que son resistentes a los antimicrobianos, un problema por el que los expertos recomiendan usar esos medicamentos con prudencia. El problema grave llega cuando se utilizan en todo el mundo productos sintéticos para erradicar de forma indiscriminada posibles virus, bacterias, parásitos u hongos en ganadería y agricultura, sin conocer sus efectos a largo plazo en la salud de los animales, los humanos y el medio ambiente.
Un estudio sobre la resistencia antimicrobiana, encargado por el gobierno Británico, advirtió que diez millones de personas podrían morir antes de 2050 por el aumento de la resistencia de los antibióticos. El estudio indica que el problema se puede frenar reduciendo la cantidad de medicamentos suministrados a los animales de granja.
Algunos tipos de bacterias causantes de infecciones humanas graves ya son resistentes a la mayoría o a la totalidad de los tratamientos disponibles, y hay muy pocas alternativas prometedoras en fase de investigación.
“La falta de antibióticos eficaces es una amenaza para la seguridad tan grave como la que representa un brote de enfermedad repentino y letal”, dice el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS. “La adopción de medidas contundentes y sostenidas en todos los sectores es esencial para hacer retroceder la resistencia a los antimicrobianos y mantener el mundo a salvo”.
En la ganadería, los antibióticos se emplean fundamentalmente para el tratamiento de las infecciones bacterianas (uso terapéutico). Su administración para prevenir enfermedades (uso profiláctico) se recomienda sólo en situaciones muy excepcionales.
En Europa, el uso de antibióticos para favorecer el crecimiento de los animales (uso como agentes promotores del crecimiento) está totalmente prohibido desde 2006. Sin embargo, esto no es así en otras regiones del mundo donde aún se pueden añadir a la dieta de animales sanos. En cualquier caso, los animales siguen estando expuestos a cantidades de antibióticos superiores a las necesarias y pueden actuar como reservorio de bacterias resistentes. Estas pueden transmitirse de los animales a las personas por distintas vías:
Las bacterias, sobre todo las más resistentes, no respetan barreras geográficas ni son exclusivas del ser humano o de los animales. De acuerdo con a la Organización Mundial de la Salud (OMS), en los últimos 30 años se han detectado más de 30 nuevos agentes patógenos humanos, de los cuales, el 75% tiene origen en animales.
Además, las bacterias resistentes pueden transferir los genes responsables de la resistencia a otras bacterias con las que conviven en un mismo entorno, como el intestino de los animales o del hombre y el medio ambiente. Por ejemplo, puede suceder que una bacteria no patógena, es decir, una de las “buenas” que están presentes en nuestra flora intestinal, reciba un gen que la haga resistente. O incluso peor; una bacteria patógena, o “bacteria mala” pero sensible a los antibióticos, puede convertirse en resistente al recibir un gen de otra bacteria. Esto supone un gran problema cuando enfermamos y deban tratarnos con antibióticos.
La OMS recomienda firmemente una reducción general del uso de todas las clases de antibióticos de importancia médica en los animales destinados a la producción de alimentos, incluida la restricción completa de estos fármacos para estimular el crecimiento y prevenir enfermedades sin diagnóstico previo. Los antibióticos utilizados en animales deberían elegirse de entre aquellos que, según la OMS, son “de menor importancia” para la salud humana, y no de entre aquellos clasificados como “de importancia crítica y de máxima prioridad”.
El volumen de antibióticos utilizados en animales sigue aumentando en todo el mundo debido a la creciente demanda de alimentos de origen animal, con frecuencia producidos mediante ganadería intensiva.
Muchos países ya han adoptado medidas para reducir el uso de antibióticos en animales destinados a la producción de alimentos, y también han hecho recomendaciones dietéticas para disminuir significativamente el consumo de alimentos de origen animal, para prevenir la resistencia antimicrobiana, lo cual, aunado a otros beneficios para la salud, impacta positivamente en el medio ambiente y favorece el bienestar animal.
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Sin embargo, aún hay tareas pendientes. A nivel internacional, es fundamental una mayor coordinación a nivel legislativo, de vigilancia e intervención. Es también fundamental hacer más fluida la colaboración entre la medicina humana y la medicina veterinaria, sin olvidar el impacto sobre el medio ambiente. Cualquier actuación para combatir el problema de las resistencias debe plantearse desde la perspectiva One Health (Una Salud), en donde la salud del ser humano, los animales y el medio ambiente están interconectadas.