¿Puede una dieta sostenible combatir la desnutrición?

Las características de las dietas sostenibles resultan favorables para combatir el hambre en países subdesarrollados.

Escrito por Alejandra Gloria Piña
01/06/2021 09:00

Los indicios de una creciente inseguridad alimentaria y los altos niveles de las diferentes formas de malnutrición son una clara y urgente advertencia de que cambiar los actuales sistemas de producción de alimentos y recomendaciones en las guías alimentarias es una necesidad urgente por conseguir para asegurarnos de “no dejar a nadie atrás” en el camino hacia la consecución de las metas de los ODS sobre seguridad alimentaria y nutrición.

Según el informe sobre la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el mundo, hay 821 millones de personas que pasan hambre en el mundo. Entre las causas, además de los cambios económicos y la alteración de los estilos de vida, sobresale un claro factor de clase: las familias con menores ingresos consumen productos de peor calidad y menor nivel nutritivo, que suele ser comida procesada e hipercalórica.

La ciencia, la tecnología y los avances sociales de muchas de nuestras sociedades en las últimas décadas nos han permitido empezar a mirar hacia estrategias más eficientes y soluciones para mitigar el hambre y la desnutrición. Algunas de estas estrategias son:


Aprovechar el potencial nutritivo y económico de las legumbres


Las legumbres son vitales para la seguridad alimentaria mundial, ya que su producción es muy barata y medioambientalmente sostenible y sus cualidades nutricionales las hacen indispensables para la dieta de millones de personas. Además, la ONU, ha destacado el papel de las legumbres como motores económico de muchas zonas rurales y, especialmente, la ayuda que supone a las mujeres en los países en desarrollo.

Aunados a sus propiedades nutricionales, las legumbres mejoran la fertilidad del suelo por sus propiedades fijadoras de nitrógeno de la atmósfera, son de fácil adaptación a los cambios en el clima, no requieren un alto consumo de energía en su producción, transporte y almacenamiento, y pueden ser almacenadas durante meses sin perder su valor nutricional evitando el desperdicio alimentario.


Fomentar el cultivo local y el consumo de alimentos tradicionales


Las iniciativas de varios países por integrar cultivos y platillos tradicionales a sus estrategias para mitigar el hambre y la desnutrición contribuyen también al reconocimiento y valoración de la agrobiodiversidad vinculada a las costumbres, las tradiciones y la identidad de los pueblos y comunidades de las diferentes regiones.

En México, la promoción de cultivos como el maíz, amaranto, jitomate, calabaza, chile y hortalizas como las acelgas, huazontles y quelites, y la creación y promoción de las “canastas regionales del bien comer” son iniciativas que consideran la sostenibilidad, y al mismo tiempo, luchan por llevar alimentos nutritivos a regiones empobrecidas, con alta incidencia de desnutrición.

La agricultura y el consumo de productos ecológicos se presentan como una solución necesaria para proporcionar alimentos sanos a quien los consume y como respuesta a la contaminación ambiental, al agotamiento y crisis del ecosistema.


Integrar aquellos productos que mejor crecen y más aceptación tienen en las poblaciones


No se come lo mismo en el sur, en el norte, en la costa, en la sierra o en el centro. Así mismo, las condiciones medioambientales y climáticas de diferentes países o estados, no permitirá que los mismos alimentos sean cultivados y repartidos en todas las regiones. Es por eso que los estudios sobre las características del suelo y el clima, así como la cultura alimentaria de cada país son indispensables para crear estrategias de producción de alimentos nutritivos y sostenibles.


Reducir los residuos alimentarios


Más allá de una buena cosecha, las técnicas de almacenamiento y conserva son prioritarias en zonas como el sur de África. La implantación de fruta deshidratada en estos países mediante secadores puede ser la diferencia entre comida para varios años o comida para un mes. Además, se estima que 14% de los alimentos en buen estado pero que no son estéticos, son desechados previo a su compra, y los que llegan al mercado, serán rezagados y al final terminarán en contenedores de basura. El denominado "Índice de desperdicios de alimentos 2021" expone que en el año 2019, hubo 931 millones de toneladas de alimentos desperdiciados. Esto sugiere que el 17% de la producción total de alimentos en el mundo fue a parar a la basura.

Se requiere el fomento de bancos de alimentos, más donaciones de comida de buena calidad, fácil acceso a estos alimentos, y esfuerzos mundiales para acabar con el gran desperdicio de alimentos.


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