Resulta difícil de creer, pero nuestras elecciones alimentarias tienen un impacto más allá de lo que imaginamos.
¿Alguna vez se te hubiera ocurrido que las hamburguesas que consumimos, pueden provocar la extinción de ballenas o inundaciones al otro lado del mundo?
Nuestros alimentos, especialmente aquellos con una huella ambiental significativa, conllevan una serie de efectos secundarios que a menudo pasamos por alto. Te hablaremos sobre estos impactos inesperados detrás de nuestras elecciones dietarias.
Todo comienza con la producción de alimentos. En particular, la ganadería intensiva destinada a la producción de carne, leche y huevos. Esta actividad, además de estar vinculada a una gran parte de la deforestación global, ya que demanda vastas extensiones de tierra para pastoreo y cultivo de forraje, constituye una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero.
¿Sabías que para producir 100 gramos de proteína a partir de chícharo, se emiten 0.04 kilogramos de dióxido de carbono equivalente (CO2eq), mientras que para producir 100 gramos de proteína a partir de las vacas, se emiten 35 kilogramos de dióxido de carbono equivalente (CO2eq). ¡Casi 90 veces más!
Estas emisiones contribuyen al cambio climático, el cual afecta los océanos de diversas maneras, incluida la acidificación del agua. Este fenómeno tiene un impacto negativo en el ecosistema marino y en la vida de las ballenas, ya que les resulta cada vez más difícil encontrar alimento, reproducirse y mantener condiciones de vida adecuadas. Pero esto no para aquí: estos grandes cetáceos fertilizan el océano con sus heces, que son muy ricas en hierro. Este elemento químico estimula el crecimiento del fitoplancton, que a su vez captura el 40% del CO2 del planeta.
Así que, por una parte, la producción de nuestros alimentos está generando gases de efecto invernadero, mientras que, por otra, la deforestación de los bosques y la degradación de los océanos están comprometiendo la capacidad de estos ecosistemas para actuar como sumideros de carbono.
¿Y las inundaciones al otro lado del mundo donde entran en esta ecuación?
A medida que la temperatura global aumenta, se producen alteraciones en los patrones climáticos que pueden dar lugar a fenómenos naturales extremos como lluvias intensas, inundaciones, sequías y olas de calor más frecuentes y devastadoras en diversas regiones del mundo. Estos eventos extremos, a su vez, afectan a las comunidades, la infraestructura y la biodiversidad, lo que subraya la compleja interconexión entre la producción de alimentos, el cambio climático y sus efectos en el medio ambiente.
La inestabilidad climática es, sin duda, un factor crítico en el aumento del hambre en todo el mundo, y es una de las principales causas de las crisis alimentarias, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). En un mundo que produce suficientes alimentos para alimentar a toda la población global, resulta inaceptable que millones de personas se acuesten con hambre cada noche.
Esta paradoja alimentaria es evidente al observar que, en todo el planeta, miles de millones de animales criados para la producción de carne, leche y huevos necesitan ser alimentados e hidratados para satisfacer la demanda de sus productos. Sorprendentemente, se requieren 25 kilos de alimentos de origen vegetal para producir solo un kilo de carne de vaca. Esta ineficiencia en la conversión de alimentos es un elemento fundamental que contribuye a la insostenibilidad de nuestro sistema alimentario y a la escasez de recursos.
Actualmente ya se presenta una serie de retos en cuanto a disponibilidad de agua y se prevé que la escasez afectará a casi la mitad de la población mundial para 2050. Nuestras elecciones alimentarias tienen un impacto más allá de lo que solemos imaginar. Por ejemplo, para producir un kilo de hortalizas, se necesitan solamente 320 litros de agua, en contraste con los 15,400 litros necesarios para producir un kilo de carne de vaca, ¡equivalente al agua que una persona promedio utiliza en más de 150 días!
Podríamos asumir que lo que elegimos poner en nuestro plato es inofensivo y no tiene un impacto más allá de nosotros mismos, pero si multiplicamos cada una de esas decisiones alimentarias por los más de 8 mil millones de personas que compartimos este planeta, la magnitud del efecto se hace evidente.
Nuestras decisiones diarias, sin lugar a dudas está definiendo nuestro futuro.
"Somos la primera generación que entiende perfectamente lo que está pasando con el clima y posiblemente seremos la última que pueda evitar la catástrofe hacia la que nos dirigimos.”
- Jorge Riechman, filósofo, ecologista y doctor en ciencias políticas
Los sistemas alimentarios actuales ponen en peligro la producción actual y futura de alimentos y no satisfacen adecuadamente las necesidades nutricionales de la población.
Desde una perspectiva individual, tenemos el poder de adoptar una alimentación más sostenible. Al compartir este conocimiento con otros, podemos inspirar un cambio colectivo. Además, podemos iniciar programas de alimentación sostenible en nuestras instituciones educativas y lugares de trabajo. Al presionar a los gobiernos para que implementen políticas alimentarias sostenibles que fomenten la producción y elección de alimentos con un menor impacto ambiental y promuevan la salud de la sociedad en su conjunto, podemos lograr un cambio significativo
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