Desperdicio de alimentos y emisiones de CO2

La prevención del desperdicio de alimentos en el comercio y en los hogares es una herramienta decisiva para el cumplimiento de los ODS.

Escrito por Alejandra Gloria Piña
01/02/2022 09:30

El pasado 28 de enero se celebró el Día Mundial por la Reducción de las Emisiones de CO2, y, a través de la iniciativa ‘La alimentación no tiene desperdicio’, la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (AECOC) pone en discusión el impacto que produce el desperdicio alimentario en las emisiones de CO2 a nuestra atmósfera, así como concienciar a la sociedad de la necesidad de aprovechar al máximo todos los recursos.

El desperdicio alimentario es tal que, según el informe ‘Índice de desperdicio de alimentos 2021’, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA) y la ONG WRAP, alrededor del 10% de las emisiones totales de los gases de efecto invernadero está ligado a la comida desperdiciada en hogares, comercios y restaurantes. El impacto de la pérdida de alimentos supone hasta el 34% de las emisiones globales de CO2 si tenemos en cuenta el desperdicio que se produce en las etapas previas del tratamiento de los alimentos, como producción, transporte y almacenaje.

Los datos muestran que reducir el desperdicio alimentario es una de las herramientas más eficaces en la reducción de emisiones, y su prevención está al alcance de toda la sociedad. Según la directora de la organización Tablée des Chefs, Florence Roy-Allard, en México se desperdician más 30 mil toneladas diarias de alimento. Ese volumen es generado por restaurantes, en los hogares y hoteles y todo termina en la basura.

Las grandes urbes mexicanas como la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara son responsables de gran parte del desperdicio de alimentos en un país en el que cerca de 50 millones de mexicanos tienen problemas para acceder a la canasta alimentaria. Siguiendo las estimaciones de la FAO sólo la capital mexicana tira a la basura cerca de 13,000 toneladas de comida cada día mientras que casi 15% de la población que habita la urbe presenta alguna carencia alimentaria.

Las tasas de desperdicio alimentario en los hogares y comercios han mejorado en los últimos años. Sin embargo, resulta clave seguir avanzando en la prevención de la pérdida de alimentos para el cumplimento del ODS, que marca una reducción del 50% en el desperdicio alimentario en estos dos ámbitos para 2030.

“Es imprescindible seguir trabajando para concienciar a la sociedad de la importancia de evitar el desperdicio de alimentos. Gestos simples como planificar los menús semanales, elaborar recetas de aprovechamiento o llevarnos la comida sobrante en un restaurante pueden resultar de gran ayuda a la hora de seguir reduciendo el desperdicio y su impacto medioambiental”, concluye Nuria de Pedraza, directora de comunicación de AECOC y de la iniciativa ‘La alimentación no tiene desperdicio’.


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Problemática en el contexto medioambiental actual


Además de representar una de las principales complejidades sociales, el desperdicio de alimentos tiene implicaciones ambientales y económicas; la producción y el desecho de alimentos incrementa de manera importante la emisión de gases invernadero y genera pérdidas sustanciales para los agentes que preparan y comercializan alimentos. Ante esta situación, especialmente en el contexto de crisis por la pandemia Covid-19, hay que buscar construir canales que permitan y faciliten el aprovechamiento de estos excedentes.

Esta problemática es fundamental en términos de sustentabilidad pero también en términos netamente económicos: el desperdicio de comida representa pérdidas por unos 50,000 millones de pesos anuales equivalentes al total de comida que se desecha estando en buenas condiciones.

Otro indicador importante en la problemática de la inseguridad alimentaria es que aún en las ciudades más prósperas del país, como la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, la desigualdad de ingresos provoca que gran parte de los hogares de las urbes no puedan consumir alimentos adecuados y en buen estado.

Así, los proyectos para contener el desperdicio de alimentos deben ser también proyectos a largo plazo, que busquen recortar las brechas sociales, ambientales y económicas. En México, de acuerdo con el Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social), tanto en la canasta básica rural como en la canasta básica urbana los alimentos procesados tienen una representación importante, sin embargo, todavía cerca de 20 millones de mexicanos no pueden acceder a esta cesta alimentaria aún cuando destinaran todos sus ingresos a ella.

Además, las pérdidas y desperdicios de alimentos son resultado de una serie de fallas que se producen a lo largo de toda la cadena: técnicas de cosecha ineficientes, instalaciones y equipos de transporte que no disponen de refrigeración adecuada, acuerdos de venta entre productores y compradores que generan pérdidas de cultivos a nivel del productor y estándares estéticos exigentes que derivan en el rechazo de productos que no cumplen con cierta forma o apariencia, a pesar de ser seguros para su consumo; por tanto, las iniciativas y proyectos para reducir la pérdida de alimentos deben tomar en cuenta todos los niveles del sistema de producción.


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