El patrón de ingesta y nuestras decisiones alimentarias pueden sufrir variaciones en épocas de estrés y ansiedad.
Cuando tenemos periodos de estrés y ansiedad, nos sentimos muy agitados emocionalmente. Los síntomas pueden ser distintos y de muchos tipos; pero sin duda, uno de ellos es nuestra relación con la comida, lo que a su vez puede traer cambios en nuestra salud física.
Un estado de estrés no controlado contribuye a la adopción de malas prácticas nutricionales. El estrés puede producir dos respuestas relacionadas con la comida:
No solo nos puede hacer comer más, sino hacerlo de manera compulsiva, incluso sin existir sensación de hambre. El estrés puede ignorar la sensación de saciedad, por lo que comemos mucho más de lo que nuestro organismo necesita. Además, los alimentos que se ingieren en épocas de estrés suelen ser hipercalóricos, con altos contenidos de azúcar refinada, sal y grasas saturadas, lo que representa un riesgo para la salud física.
El estrés es capaz de disminuir el apetito considerablemente, algunas veces incluso sin que esto sea consciente, ya que nuestra mente se ocupa en las situaciones que nos causan estrés o ansiedad. También suele suceder que podemos sentir sensación de hambre, pero pensar en ingerir cualquier alimento nos puede crear náuseas o malestares estomacales. Una reducción en la cantidad y calidad de los alimentos que consumimos, puede traducirse en deficiencias nutrimentales que pueden impactar negativamente nuestra salud.
Aunados a estas dos conductas comunes en nuestro patrón de alimentación, también solemos incurrir en los siguientes errores alimentarios:
⚊ Exceso de grasas y azúcar: alimentos como las golosinas, chocolates, frituras, pastelitos y refrescos son productos que llenan de energía por un rato, pero que no aportan ningún nutriente importante.
⚊ Saltarse las comidas: el hábito de dejar de desayunar, almorzar o cenar, conduce a modificaciones metabólicas, y contribuye a la degeneración de la masa muscular y debilitamiento general. Antojos: comer sin hambre, por lo general, es producto de la ansiedad no controlada. Ceder a los antojos solo se traduce en exceso de calorías.
⚊ Falta de ejercicio: a veces, la tensión del día a día hace perder el interés de realizar alguna actividad física. Sin embargo, practicar ejercicios de manera regular te ayuda a liberar el estrés, además de mantenerte en forma.
Es común que cada persona experimente en mayor medida una de estas dos respuestas, y también existe la posibilidad de experimentar las dos en diferentes situaciones de estrés.
❶ Ser conscientes de las situaciones que nos impulsan a comer compulsivamente, o, por el contrario, a no comer. Sr pueden llevar hojas de registro en las que podamos apuntar la razón del impulso (pensamientos previos, sentimientos), la hora en la que ocurren, cantidad de alimento consumido y tipo de alimento consumido.
De esta manera, podremos tener un registro que nos permita responder a las preguntas: ¿cuando se suelen dar los impulsos por comer, o cuándo pierdo más el apetito? ¿Qué tipos de pensamientos y sentimientos suelen llevar a ellos? ¿Qué tipo de alimentos suelo comer?
❷ Cuando logramos identificar las razones (pensamientos o sentimientos) que nos llevan al impulso de ingesta, debemos trabajar para cambiar la respuesta a estos pensamientos. Una forma de hacerlo es desviando la impulsividad hacia otras actividades con repercusiones positivas, por ejemplo dar un paseo, hacer ejercicio, hablar con un amigo o familiar, etc.
❸ Con el registro alimentario que mencionamos anteriormente, y que nos permite saber qué tipo de alimentos solemos consumir en momentos de estrés y/o ansiedad, podemos hacer un esfuerzo para evitar tener disponibles alimentos altos en azúcares, grasas y sodio. Otra opción, tanto para comer de forma más saludable, y despejarnos de situaciones de estrés, es cocinar nuestros alimentos, con ingredientes de buena calidad y eligiendo preparaciones que disfrutemos. De esta manera, podemos controlar un poco más lo que consumimos en periodos de estrés, y disminuir los riesgos a la salud que una ingesta elevada ocasiona.
Si aún tomando estas recomendaciones nos cuesta cambiar este patrón de impulsividad o desinterés por la alimentación, o el periodo de estrés se alarga en el tiempo sin remitir, la solución más recomendada es visitar a un psicólogo o especialista en salud mental, que nos ayude a canalizar nuestros sentimientos y pensamientos, y nos ayude a obtener herramientas para saber cómo manejarlo sin incurrir en actividades que puedan dañar nuestra salud física.