Los compradores se verían afectados por precios más altos en la carne para ayudar al medio ambiente, según las sugerencias para un impuesto sobre los “alimentos con alto contenido de carbono”.
En una medida que replica el lanzamiento de un "impuesto al azúcar" hace tres años, el periódico exploró un impuesto sobre la carne roja y los lácteos para "ayudar a todos a comer de manera más sostenible".
La sugerencia fue incluida en un documento publicado por la Unidad de Perspectivas del Comportamiento, del Departamento de Negocios, también conocida como Unidad Nudge, el miércoles por la mañana antes de ser eliminada del sitio web del Gobierno poco después.
El documento se centra en cambiar el comportamiento público para alcanzar los objetivos climáticos y también sugiere promover el turismo nacional y presentar los viajes de negocios como una "indulgencia inmoral".
Un enfoque doble también incluiría "aumentar la disponibilidad relativa de alimentos de origen vegetal", dijeron los funcionarios de Whitehall.
A los niños se les podría proporcionar “valores predeterminados sostenibles” en las escuelas, y se podría alentar al público a usar recetas veganas. A los estudiantes universitarios y a los que se mudan de casa por primera vez, se les pueden ofrecer clases de cocina que eviten la carne de res y otros alimentos llamados con alto contenido de carbono.
El documento también pide impuestos sobre el carbono en los vuelos y dice que los vuelos de negocios deben verse como una "indulgencia inmoral".
Un portavoz del gobierno dijo que se trataba de un trabajo de investigación y no de una política oficial. El documento ofrecía varias opciones para introducir un gravamen sobre la carne. Se propuso un "impuesto al productor o al minorista" de manera más amplia, sobre los alimentos con alto contenido de carbono.
Alternativamente, se podría apuntar a los criadores de ganado vacuno y ovino y a los productores de leche. "Es mejor invertir el esfuerzo en la construcción de apoyo público para políticas audaces, como un impuesto al carbono de cara a los productores sobre los productos de rumiantes", dijo el documento.
Pero los grupos ganaderos advirtieron que tal impuesto podría penalizar a los productores británicos al generar más importaciones de carne con mayor contenido de carbono o incluso alentar estándares más bajos de bienestar animal.
Stuart Roberts, vicepresidente de la Unión Nacional de Granjeros, dijo que el documento “no considera el impacto potencial de penalizar la producción de carne local y sustentable mientras se permite la importación de carne que no se produce con los mismos estándares ambientales y de sostenibilidad”.
En una nota anterior, “¿Qué tan sostenible es la ganadería sostenible?”, hablamos sobre como de las actividades agropecuarias, la crianza de animales para consumo, es responsable de la mayor parte de los impactos negativos ambientales, principalmente asociados al cambio climático y uso de suelo. Ante ello, los ganaderos y los gobiernos han planteado la necesidad de cambiar hacia sistemas productivos más eficientes y de menos impacto para los ecosistemas.
Sin embargo, el Food Climate Research Network emitió un reporte donde deja muy claro que no puede existir una ganadería realmente sostenible si no se hace a la par de una reducción sustancial en el consumo de proteínas de origen animal, principalmente en lo que refiere a carne de rumiantes, sobretodo en las regiones donde se consumen más de 60 g de estos productos por día.
El reto de la ganadería sostenible está en evitar que el uso de suelo se siga expandiendo, por lo que se deberá producir más alimento con la misma o menos cantidad de área que se usa actualmente, y dado que se espera un aumento de hasta 80% en la demanda de proteínas de origen animal hacia 2050, todo indica que para ser sostenible y por tanto evitar el sobrepastoreo, se debe limitar el número de animales por hectárea, así que las matemáticas no cuadran, si lo que muestran los reportes es que no se pueden intensificar los sistemas sostenibles para cubrir las demandas esperadas sin incrementar las emisiones y uso de recursos, entonces debe existir una reducción forzosa en la demanda, a la par que otras estrategias enfocadas a mejor la cadena productiva y reducir los desperdicios de alimentos.
Es claro que quienes están en desacuerdo con el documento son principalmente organizaciones ganaderas y granjas, ya que el “impuesto a la carne” les afectaría directamente.
El documento reconoce que "pedirle a la gente que coma directamente menos carne y lácteos es un gran desafío político", aunque puede ser posible una representación positiva y "acciones más pequeñas", por ejemplo, que aprendan una nueva receta basada en plantas cada semana, para así disminuir su consumo total de alimentos de origen animal.