Hoy es un gran día para hacer la conexión más poderosa y menos evidente sobre el cambio climático: ¡nuestros hábitos alimenticios!
Hoy que se conmemora el Día Mundial del Clima y mientras líderes y expertos debaten grandes políticas ambientales, como sociedad tenemos una herramienta eficaz para combatir el cambio climático: nuestro plato. Las decisiones alimentarias que tomamos tres veces al día no solo impactan nuestra salud, sino que pueden ser la clave para crear un futuro más sostenible. ¿Sabías que más de una tercera parte de las emisiones globales de gases de efecto invernadero están relacionadas con nuestro sistema alimentario?
La buena noticia es que podemos ser parte de la solución.
Cada alimento que llega a nuestra mesa tiene una historia de viaje. Cuando elegimos aquellos que han recorrido miles de kilómetros, estamos contribuyendo indirectamente a la emisión de gases de efecto invernadero. La solución está más cerca de lo que pensamos: los mercados locales y los productos de temporada no solo son más frescos sino que tienen una huella de carbono menor. Al elegir lo local, no solo apoyamos a productores de nuestra región, sino que reducimos las emisiones asociadas al transporte y almacenamiento.
Pero ¡espera!, cuando se trata de reducir nuestras emisiones, comer local solo tendría un impacto significativo si el transporte fuera responsable de una gran parte de la huella de carbono final de los alimentos. Para la mayoría de los alimentos, este no es el caso.
Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del transporte representan una parte muy pequeña de las emisiones de los alimentos, y lo que comes es mucho más importante que el lugar de origen de tus alimentos.
¿Puedes creer que las proteínas vegetales generan entre 10 y 50 veces menos emisiones de gases de efecto invernadero?
Los números son contundentes: una alimentación basada en plantas puede reducir nuestra huella de carbono al menos en un 49%. Los alimentos de origen vegetal además de ser nutritivos y deliciosos, son verdaderos superhéroes climáticos. Por ejemplo, las legumbres no solo son ricas en proteínas, sino que también mejoran naturalmente la calidad del suelo, reduciendo la necesidad de fertilizantes químicos. Las verduras de hoja verde, los cereales integrales y las frutas requieren significativamente menos recursos y generan menos emisiones que cualquier producto de origen animal.
Si el desperdicio de comida fuera un país, sería el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero. Cada alimento que termina en la basura no solo representa un desperdicio de recursos, sino que contribuye al cambio climático cuando se descompone en vertederos.
Algunas soluciones prácticas incluyen:
Las legumbres, los frutos secos y las semillas son las estrellas de una revolución alimentaria que está cambiando el mundo. Estas fuentes de proteína vegetal no solo son nutritivas y versátiles, sino que su producción requiere una fracción de los recursos necesarios para la proteína animal. Los garbanzos, lentejas, frijoles y otras legumbres son verdaderos tesoros nutricionales que, además, ayudan a rescatar nuestra herencia culinaria, mientras contribuyen a la seguridad alimentaria, la justicia social y la conservación de los ecosistemas.
Cada vez que elegimos alimentos de origen vegetal, estamos apostando por un futuro mejor. Algunas acciones concretas que podemos implementar:
La alimentación priorizada o basada en plantas no es solo una tendencia, es una necesidad planetaria. Cada vez que elegimos llenar nuestro plato con opciones vegetales, estamos tomando una decisión que beneficia no solo a nuestra salud, sino al futuro de todas y todos.
¡Únete a 14 días de acción por el clima! Durante 2 semanas te guiaremos por acciones simples pero poderosas que ayudarán al planeta cada vez que te sientes a la mesa. Juntos, podemos crear un impacto positivo, un plato a la vez.